Este mundial lo viví de buena manera, aunque me quedé un poco triste. Yo era una de las pocas personas que desde antes que empezara el mundial dijo que Uruguay iba a ser campeón. Nunca me voy a olvidar, toda la gente decía que estaba loco, o que le daba lástima. Al final resultó que muy loco no estaba, ya que Uruguay llegó muy lejos, como todos saben.
El mundial lo viví con alegría, enojo, tristeza y orgullo.
La alegría me la dio la celeste, con todos esos goles que me hizo gritar, y esos partidos ganados. Los muchachos de la selección nos demostraron que somos un equipo que está a la altura de las grandes potencias del mundo. "Ya no somos de cuarta, somos cuartos", fue la frase de un relator en un canal llamado Eventos Deportivos.
En fin, la alegría que me dio este plantel es incomparable con lo que brindaron las demás selecciones a su gente.
Mi enojo le perteneció a los árbitros y a Van Bommel, el número 6 de Holanda. Este sujeto parecía que tenía pase libre para pegar, porque siempre pegaba y creo que solo vio dos amarillas en toda su actuación. La tristeza fue también por los jugadores uruguayos, que se jugaron la vida y se fueron con las manos vacías, sin medalla ni siquiera de bronce.
Lo que más quiero es que esto no vuelva a suceder dentro de 40 años, sino que esto sea el principio de una época gloriosa.
Damián Falero 2º3
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